Brazaletes negros y un padrenuestro por Franco
El 20 de noviembre de 1975, falleció el general Francisco Franco y, tres días después, el CD Logroñés recibía en Las Gaunas al Torrejón (0-0). “Fue un partido más para nosotros”, me cuenta Iriarte desde Azkoitia (Guipúzcoa). La Federación Española había transmitido al club la orden correspondiente para rendir homenaje al jefe del Estado antes del encuentro. “Tuvimos que llevar brazalete negro, sí o sí”, recuerda Arriola.
Los jugadores y el trío arbitral formaron en el centro del campo, mientras el capellán del Logroñés, don Eugenio Lavilla, rezaba un padrenuestro por Franco, al que todos respondieron puestos en pie. Este cura había sido capellán, asimilado a alférez, del Regimiento de Artillería Ligera número 3, conocido como el Tercero Ligero, y fue herido combatiendo durante la Guerra Civil, habiendo requerido 78 días de curación.
“El capellán venía al vestuario antes de cada partido”, me comenta Hugo, “y rezábamos juntos. Si no venía, el capitán solía dirigir la oración. Esa era la costumbre”. Aquel partido fue “muy malo”, en opinión del cocinero Lorenzo Cañas, que estuvo viéndolo desde la grada. Por nuestro equipo jugaron Larrañaga; Hernández, Arriola, Ondarru; Goñi, Irízar; Hernáez, Bene (Vega), Hugo (Iriarte), Cordón y Loza.
Quien no olvida ese día fue Tinín, quien, tras su paso por el Logroñés (1972-73), estaba entonces enrolado en las filas del Torrejón. “Siempre pensé volver a Las Gaunas”, me asegura desde Madrid. “Era un campo que me dejó un buen sabor. Era mi preferido, aunque estuviese lleno de barro. Además, fui el máximo goleador del equipo la temporada que estuve y, sobre todo, sentía que la afición me quería un montón”.
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