El archiduque de Austria catapulta a Polster
Era el verano de 1991 y el CD Logroñés ultimaba sus fichajes para la temporada siguiente. “La plantilla estaba muy equilibrada”, me cuenta Jesús López, que fuera gerente blanquirrojo, “pero necesitábamos un delantero goleador y con gran proyección, que marcara la diferencia. Yo estaba trabajando en las oficinas del club, cuando recibí la llamada del intermediario José María Minguella para ofrecerme a un jugador”.
“Tenía delante mío a Antonio Hidalgo”, exsecretario técnico y siempre vinculado a nuestro equipo, “y, mientras hablaba, tapé el auricular y le pregunté: ‘¿Anton Polster?’ ‘Sí, sí, es el mejor’, me contestó. Entonces llamé a continuación a David Vidal, que estaba en Palma de Mallorca haciendo pesca submarina, y me dijo que no le interesaba. Cuando localicé a Marcos Eguizábal, ya habían hablado y tampoco lo quería”.
“Había que hacer algo”, me dice Hidalgo, “porque era el jugador que necesitábamos”. Por ello, Jesús López no tiró la toalla y, días después, cuando Eguizábal le ordenó que fuera al restaurante del aeropuerto de Barajas a despachar con él, se puso manos a la obra tras saber que ahí iba a estar el archiduque de Austria, Andrés Salvador de Habsburgo-Lorena, amigo del presidente y consejero de las Bodegas Paternina.
“Le llamé a Minguella”, continúa, “y le pedí que fueran a comer y que se hicieran los encontradizos. Nada más verles, el archiduque de Austria dijo: ‘¡Mira, Marcos, ese es Polster! ¡Menudo jugadorazo tiene el Sevilla!’ Total, que acabó la comida y Euigzábal no esperó al día siguiente. Me dijo que subiera a las oficinas y tuve que hacerle el contrato ahí con una Olivetti que había”. Su fichaje fue el más caro de toda la historia.
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