La dureza de los entrenamientos de Uribarri
El 1 de marzo de 1983, varios jugadores del CD Logroñés, como Sanz, Viguera o Chechu, alzaron la voz para protestar por la dureza de los entrenamientos de Pedro María Uribarri. “Yo he entrenado así toda la vida y nadie se quejaba”, me cuenta el técnico desde Galdácano (Vizcaya), “pero allí no estaban acostumbrados y no les gustaba entrenar sin balón”. Trece días después, Cesáreo Remón le destituyó.
“Nuestras quejas influyeron en su cese”, me dice Sanz. “Físicamente, parecía que íbamos a ir a las Olimpiadas, pero no jugábamos ni a las tabas y nos costaba ganar. La prueba es que vino Delfín Álvarez y enseguida cambiaron los resultados”. El Logroñés estaba ‘al borde del desastre’, según la prensa, y el gallego lo dejó en séptima posición, con 40 puntos, tras seis partidos ganados, dos empatados y dos perdidos.
En cambio, nuestro equipo no ganaba con Uribarri desde el 30 de enero y solo había conseguido sumar 26 puntos en veintiocho jornadas. “Era el terror de la preparación física, pero no digo que fuera un mal entrenador”, apunta Sanz. “Era un atleta. Hacíamos muchos estiramientos, que entonces no era habitual; circuitos por Prado Viejo… En fin, corríamos como tontos y no disfrutábamos, ni había resultados”.
“Es verdad que era duro en los entrenamientos”, admite Uribarri, “pero, al final, los jugadores estaban contentísimos porque terminaban la temporada muy bien físicamente. Perico Alonso me dijo que le gustaba como entrenaba y venía del Barcelona. En la pretemporada, hacíamos tres sesiones diarias porque eso te da una potencia enorme. Entonces se sorprendían, pero ahora se hace muchísimo. No estaba equivocado”.
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