Carlos Purroy se convierte en un escultor reconocido
El defensa navarro Carlos Purroy, que jugó en el CD Logroñés a finales de los años 80 y contribuyó al ascenso a Primera División en 1987, se reinventó cuando colgó las botas. “Sabía que había otra vida después del fútbol”, me cuenta desde Mutilva (Navarra), “y me fui preparando. Estudié Arte y Diseño mientras jugaba, y decidí dedicarme a ello al dejarlo”. Hoy, a sus 63 años recién cumplidos, es un escultor reconocido.
“De joven, la escultura vino a buscarme”, me explica, “pero también me gustaba el fútbol y encaucé mi vida por ahí”. Formado en Lezama, fichó por el Logroñés en 1986, a los 29 años, tras jugar una temporada en la Leonesa, dos en el Athletic y cuatro en el Osasuna. “Vi a la gente ilusionada. Querían hacer un equipo con jugadores con experiencia para intentar subir a Primera y, al final, lo logramos, con lo difícil que era”.
Aquí jugó 40 partidos en tres temporadas (1986-1989); la última de ellas estuvo cinco meses de baja por una hepatitis. “Me surgió la oportunidad de acabar mi carrera en el Sant Andreu, con el que ascendí a Segunda B en 1990, y eso me permitió, a la vez, estudiar Informática en Barcelona. Me había ido preparando, pero me costó mucho pasar de un mundo a otro. Poco a poco, fui haciendo cosas y llevo casi 25 años de escultor”.
“He publicado un libro con la ayuda del periodista Félix Maraña, titulado ‘Del cuero al hierro’, en el que explico cómo he pasado de futbolista a escultor, y ahí tiene un hueco importante el Logroñés”, concluye. Hoy, goza de gran prestigio. Ha realizado numerosas exposiciones y tiene obra pública en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas (Madrid) o los municipios navarros de Lucunza, Burlada y Aoiz. A ver cuándo una aquí.
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